Pese a ser inventado oficialmente en 1895 en Francia por los Hermanos Lumière, el cine está muy ligado a los Estados Unidos desde sus orígenes. Su precursor, el británico afincado en el país Eadweard Muybridge, realizó sobre el año 1870 una serie de experimentos fotográficos que allanaron el terreno a Edison para la creación del kinetoscopio, proyector de imágenes en movimiento anterior al cinematógrafo. Sin embargo, la elevada patente del aparato de Edison propició la creación de numerosos y modernos mecanismos entre los que se popularizó el cinematógrafo de los Lumière, que acabó extendiéndose por rapidez por todo el mundo, incluidos los Estados Unidos.
Desarrollo del nuevo arte
Las primeras películas realizadas eran más curiosidades científicas que expresiones artísticas. Como muchos avances técnicos de la época, para su difusión eran ligados al espectáculo, y se proyectaban básicamente en ferias y en los descansos de las actuaciones de vodevil. Muy pronto, los exhibidores descubrieron la creciente aceptación popular del aparato al proyectar pequeños fragmentos con intención dramática (como El gran robo del tren de Edwin Porter), y se inició una prometedora industria del cine en la ciudad de Nueva York, realizándose películas cada vez más elaboradas y distribuyéndolas por todo el país, multiplicando su aceptación popular.
Griffith: El nacimiento de Hollywood y del cine moderno
Otro núcleo industrial surgió en los alrededores de la ciudad de Los Angeles, con un clima mucho más favorable para rodar al aire libre durante todo el año y donde no se tenían que pagar las tasas que Edison impuso a la industria. El joven director David Wark Griffith fue de los pioneros en rodar en la pequeña ciudad recientemente anexionada a Los Angeles, y comenzó a crear cine con evidentes objetivos artísticos. Sus películas, como El nacimiento de una nación ,son consideradas las primeras del cine moderno, y sus planteamientos fueron usados por los cineastas desde entonces hasta día de hoy. El salto de eje, los flashbacks, el uso del montaje como herramienta narrativa y los primeros planos son desarrollados por Griffith para crear un nuevo tipo de lenguaje diferente del teatral, con intención de contar historias verosímiles y emocionar a una audiencia que parecía comprenderlas. Rápidamente, la industria fue floreciendo y nacieron las primeras estrellas de cine como Lilian y Dorothy Gish, Mack Sennett o Mary Pickford.
La Edad de Oro
Este sistema de actores y actrices con una enorme aceptación popular dio como resultado la creación de empresas que gestionaban todo el proceso con un espíritu industrial. Los llamados estudios imitaron el exitoso método de ensamblaje de coches creado por Henry Ford, y cada uno contaba con un equipo técnico y artístico en exclusiva, y se especializaba en un género concreto, haciendo muy sencilla la tarea de reconocer qué películas pertenecían a cada uno.
Los estudios desarrollaron una potente industria de creación y distribución de películas, y poco a poco se afianzó un mercado en el que comenzaron a producirse verdaderas joyas artísticas de la mano de John Ford, Henry King, Howard Hawks, Cecil B. De Mille o el propio Griffith. Estos directores lucharon a menudo contra el férreo control de los estudios para aportar nuevas fórmulas y romper con las reglas del cine establecido, basado en el principio de la continuidad y la presencia de una cámara y una edición “invisibles”.
La llegada del sonoro y el color
Uno de los avances del cine fue la incorporación en 1927 del sonido sincronizado en la imagen. Hasta entonces, la música de las películas era interpretada en las propias salas de exhibición y los diálogos, representados por intertítulos insertados entre las escenas. Esta revolución supuso una purga en Hollywood, pues las numerosas estrellas que no supieron adaptarse al nuevo cine fueron deshechadas, y reemplazadas por otras más dotadas para la dicción, en su mayoría provenientes del teatro. Los guiones se hicieron más complejos y se rechazaron las interpretaciones exageradas y los personajes estereotipados propios del cine mudo.
Numerosas personalidades de la literatura como William Faulkner o Hemingway no dudaron en colaborar con sus escritos en este nuevo arte de gran potencial artístico y cada vez más aceptación popular. A mediados de los años 30 se empezaron a realizar las primeras películas en color, aunque sólo supuso una novedad estética y no una revolución formal como la introducción del sonoro. Durante bastante tiempo se siguieron realizando muchas otras obras en blanco y negro con el beneplácito del público.
Caída del sistema de estudios
En los años 40, una orden federal decidió la separación de la producción y la exhibición, hasta ahora gestionada de modo muy lucrativo por los estudios. Esto supuso un varapalo para estas empresas, pues desencadenó que el cuerpo técnico y artístico de cada uno pudieran trabajar libremente para otro. La llegada de la televisión supuso otro golpe para los estudios, y a partir del final de la década de los años 50 la producción de películas disminuyó notablemente comparada con la ingente cantidad de producciones realizadas en los años 20. Pero esto también tuvo su lado positivo, al aumentar el estatus artístico del cine comparado con el de la televisión. La propia Corte Suprema de los Estados Unidos declaró al cine como forma de arte con su derecho a ser protegido.
El nuevo Hollywood
A finales de los años 60, un grupo de nuevos cineastas acuñó el nombre de Nuevo Hollywood y decidió acabar definitivamente con el esclerotizado sistema de estudios. Muy influidos por la Nouvelle Vague francesa y el nuevo cine realizado en Japón y Europa, desarrollaron nuevos planteamientos en los que quisieron engrandecer la figura del director como un autor. Sin rechazar las grandes obras maestras de la Edad de Oro, supieron innovar técnicamente y cuestionar los géneros y la figura del héroe, cultivado ampliamente por el cine clásico.
Con nuevas películas como Easy Rider o Bonnie and Clyde, asombrosamente aceptadas por público y crítica, se inició una nueva era dentro del cine, llamada Edad de Plata, en la que abundan la violencia como elemento estético, los finales no felices, los protagonistas de dudosa moralidad, los desnudos integrales y las palabras malsonantes. Directores como Francis Ford Coppola, Brian De Palma, Martin Scorsese o William Friedkin reinaron en los años 70 haciendo el cine que querían, sin contar con estrellas reconocidas y desafiando a los productores que financiaban proyectos cada vez más experimentales.
Los blockbusters
Paradójicamente, de este cine surgieron éxitos de taquilla sin precedentes que acabaron con este reinado de los directores. Películas como Jaws de Steven Spielberg o Star Wars de George Lucas tuvieron tal impacto comercial que los estudios volvieron a replantearse su posición dentro de la industria. El público de los años 80 parecía volver a aceptar los finales felices, y prefería la espectacularidad y los efectos efectos especiales a las intimistas historias planteadas por los directores del Nuevo Hollywood, cuyas carreras fueron estancándose. Los estudios decidieron invertir grandes cantidades de dinero en publicidad masiva y gastos de producción, recobrando el sistema de producción en serie de productos digeribles comercialmente más que piezas de arte. Las notables excepciones a esta norma casi siempre fueron fruto del empeño del equipo artístico más que del mecenazgo consciente de los renovados estudios.
El cine independiente
Como rechazo a esta nueva estandarización, en los años 90 surgió un modo de hacer cine basado en el espíritu del Nuevo Hollywood. Apoyados por los estudios con la creación de empresas secundarias de bajo presupuesto, este nuevo sistema genera películas muy valoradas por la crítica y un público fiel, que vuelven a innovar y a plantearse su lugar dentro de la industria.
Así surgieron numerosas películas de carácter a menudo irreverente, que recuperaban la figura del director como autor. Muchas de estas películas fueron éxitos en taquilla, sobre todo en el mercado de vídeo doméstico, mezclándose a menudo con los productos prefabricados del Hollywood industrial. Esta fusión es la que hoy en día prevalece en las salas de cine y en los hogares.
El surgimiento de Internet supuso un cambio profundo en los hábitos de consumo cinematográfico del público, y los estudios no dejaron de innovar en nuevas tecnologías para atraer gente a las salas, como el 3D.