Como en el resto de las disciplinas artísticas, el teatro creado en los Estados Unidos nació en un principio como imitación de la tradición dramática europea, especialmente la inglesa. Sin embargo, rápidamente adquirió un tono propio que llegaría a su punto álgido en el siglo XX, de la mano del premio Nobel de 1936, Eugene O’Neill (1888-1953) y otros autores de la talla de Tenesee Williams (1911-1983). Actualmente, los Estados Unidos son el centro de teatro profesional más importante del mundo, y proliferan las compañías, los talleres y las escuelas de teatro que abarcan todo tipo de géneros.
El género teatral americano por excelencia es el musical, que tiene su centro internacional en la calle Broadway de Nueva York. Otro núcleo teatral muy importante es el de la ciudad de Chicago, con una escena de enorme dinamismo y variedad. Fuera de estos núcleos, el teatro de los Estados Unidos también está muy presente, no solo en otras grandes ciudades, sino también en pequeñas poblaciones rurales en las que son frecuentes la puesta en marcha de ambiciosas obras.
Teatro colonial
La primera compañía de teatro profesional nace en Virginia en 1752, y poco a poco van surgiendo los primeros edificios consagrados exclusivamente al arte dramático. Se representan obras clásicas de Shakespeare, siendo «El mercader de Venecia» la primera obra representada de la que se tiene noticia. En años posteriores, el Imperio Británico prohíbe la representación teatral en sus colonias, al detectar un espíritu revolucionario en muchas obras satíricas e independentistas de autores como Otis Warren, Hugh Henry Brackenridge y Robert Munford. Con la independencia salen a la luz las obras de los primeros dramaturgos propiamente americanos, que tienen en la comedia social americana el primer género autóctono, y en William Dunlap al primer escritor profesional; su figura se considera actualmente como la del padre del drama americano. Dunlap no sólo traduce las principales obras europeas, sino que realiza múltiples creacionesde diversos estilos, siendo “American Shandyism” la más valorada.
El siglo XIX
En 1809, en Philadelphia, se funda el teatro más antiguo de los Estados Unidos, The Walnut. En este edificio se representa la producción teatral “The Rivals”, estrenada en 1812 con una audiencia tan selecta como Thomas Jefferson o el marqués de Lafayette. Proliferan a inicios de siglo los teatros en los territorios que se van expandiendo hacia el Oeste. en ellos se representan melodramas, obras clásicas de Shakespeare y un éxito de la época, la adaptación de “Uncle Tom’s Cabin” adaptada del libro de Harriet Beecher Stowe por el dramaturgo H.J. Conway.
Una curiosidad del teatro popular americano es el maquillaje de los actores blancos que interpretan personajes negros. Fiel reflejo de las tensiones raciales de la época, en el teatro abundan en las típicas comedias con los más delirantes estereotipos racistas sobre negros y nativos norteamericanos. Se exalta un teatro hedonista y violento, en las que muchas obras tienen como protagonistas a prostitutas y delincuentes. Atrás queda el sereno estilo europeo isabelino, y el público da su favor al retrato de la tragedia popular. También abundan géneros como el Victorian Burlesque, importado de Gran Bretaña y sazonado con mayores dosis de sexualidad, que llega a ser explícita en muchos teatros de los barrios populares de las grandes ciudades norteamericanas. Humor grueso y actrices ligeras de ropa serán los ingredientes del éxito de estas pequeñas producciones.
Evidentemente, se sigue haciendo un teatro tradicional clásico, en el que se exalta propagandísticamente el heroísmo norteamericano. James Nelson Barker, Anna Cora Mowatt, Dion Boucicault y Cornelius Mathews serán importantes y exitosos dramaturgos de la época. En 1865, por cierto, el presidente Lincoln es asesinado en un teatro en Washington por el actor John Wilkes Booth.
Teatro después de la Guerra Civil
Tras la guerra, y ayudadas por la expansión del ferrocarril, proliferan por todo el país las giras teatrales de las principales compañías norteamericanas. El nacimiento de la electricidad también supone una revolución en cuanto a escenografía. En 1896, Charles Frohman, Al Hayman, Abe Erlanger, Mark Klaw, Samuel Nixon y Fred Zimmerman forman el Sindicato Teatral, que gestiona eficazmente estas giras y controla hasta el mínimo detalle de las representaciones. Poco más tarde se forma la Shubert Organization, agencia rival creada para luchar contra el monopolio del sindicato, que en muchas ocasiones había llegado a utilizar técnicas poco éticas, rozando la extorsión. Madura también en la época una crítica profesionalizada, que influye considerablemente en las representaciones más visibles. Se importa también la literatura europea de esos años, traduciéndose obras de Ibsen y adaptándose a autores como Zola. El realismo imperante culmina con “Margaret Fleming” y otros melodramas propios del teatro europeo decimonónico.
Inicios del siglo XX
En estos años, el vodevil nunca dejó de tener éxito, y con la llegada de la radio y el cine el teatro se va adaptando al nuevo siglo. El cine mudo de aquellos años propicia de hecho la proliferación del género musical, que arrasa en el Broadway de los años 20. Se crean numerosas compañías de teatro aficionado, y surgen las primeras obras de vanguardia, experimentándose con nuevas formas y técnicas dramáticas paralelas al teatro europeo. Con la llegada de la Gran Depresión de
los años 30, el teatro da un vuelco hacia lo social, y numerosas obras de la época son protagonizadas por inmigrantes y desempleados. Roosevelt crea en esos años el Federal Theatre Project, financiado por el New Deal, que promueve el empleo de los profesionales del arte dramático que giran por todo el país. Obras de corte social escritas por Sinclair Lewis o Marc Blitzstein tendrán un notable éxito, representándose estado por estado.
Pese a todo, el musical y la comedia siguen triunfando en un público que busca la evasión de los graves problemas sociales. El productor Brock Pemberton es el principal promotor de estas obras, y es precisamente Pemberton el que crea en estos años los premios Tony, que ayudan a Broadway a mantener una sólida industria, paralela a Hollywood en esos años. El principal autor de la época es Eugene O’Neill, ganador de varios Pulitzers y finalmente del premio Nobel de literatura en 1936. Sus obras remiten a la Biblia, la mitología clásica y la psicología, explorando el comportamiento del ser humano. El principal tema de sus obras más importantes, como “Long Day’s Journey into Night”, es el retrato familiar y la búsqueda de una identidad, no escatimando en sinceridad al hablar de temas controvertidos.
Teatro tras la Segunda Guerra Mundial
Tras la victoria aliada, el teatro de los Estados Unidos se hace hueco en el panorama internacional. Los musicales llegan a su madurez, y alcanzan notables cotas de calidad y éxito internacional que mantienen hasta la actualidad. En el drama, aparecen figuras clave que apuntalarán el prestigio del teatro americano,como Tennessee Williams o Arthur Miller. Los dramas de Williams retratan los paisajes físicos y mentales sureños, y a menudo utiliza como protagonistas a mujeres sensibles prisioneras en ambientes salvajes. Obras como “Un tranvía llamado deseo” o “La gata sobre el tejado de cinc caliente” fueron rápidamente adaptadas al cine con igual o mayor éxito.
En los 50 también sale a la luz una importante corriente de vanguardia en el teatro, encabezada por autores como Jack Richardson, Arthur Kopit o Jack Gelberg que aportan nuevas técnicas interpretativas, sin duda influídos por exiliados europeos de la Segunda Guerra Mundial . La escuela del Actor’s Studio, por ejemplo, vivió su esplendor en esta década, pues de sus talleres salieron estrellas como Marlon Brando, Paul Newman o James Dean, que fueron rápidamente fagocitados por Hollywood. También en estos años se introduce en la dramaturgia norteamericana la influencia del teatro kabuki japonés, con importantes resultados .
Los 60 hasta hoy
Tras el Actor’s Studio y el movimiento beat, el teatro, sobre todo el musical, vive un renovado esplendor. En Broadway hay una gran efervescencia durante los 60. El movimiento de los derechos civiles, la inestabilidad social y la apertura moral de la época dan como resultado obras de gran éxito como “Hair”, que incluyen desnudos y uso de drogas en escena. Otras, como “West Side Story” o , baten nuevos records de audiencia en Broadway, mientras el montaje de Bob Fosse “A Chorus Line”, que homenajea al vodevil, lo hace en Chicago. Es una época de apertura, y existen un trasvase continuo entre la industria establecida de Broadway y el off-Broadway, o teatro experimental. En las obras se habla abiertamente de temas como la homosexualidad, el SIDA y las drogas. Además, se empiezan a realizar montajes de gran calidad para inmigrantes: en los 70 Frank Chin o Henry Hwang realizan exitosas obras para la comunidad asiática, mientras que Luis Valdez, representante del Teatro Campesino, lo hace para la comunidad hispanoamericana. En la actualidad, musicales de la época se siguen representando ininterrumpidamente en Broadway, y son considerados clásicos que siguen contando con el favor del público. Al mismo tiempo, siguen naciendo nuevos montajes que abarcan todo tipo de temas, con las adaptaciones de obras cinematográficas como ejemplo de la tendencia más popular en la actualidad.