Varias y heterogéneas influencias constituyen lo que hoy en día es la rica cultura popular estadounidense. Exceptuando las hoy minoritarias culturas nativa americana y hawaiana, toda influencia cultural del país viene dada por la continua afluencia de la emigración desde todas partes del mundo. Para explicar este fenómeno se acuñó hace ya tiempo la muy apropiada expresión crisol de culturas.
Por un lado, está siempre presente la influencia europea. La base de la cultura norteamericana es la unión de una inmigración masiva proveniente de la práctica totalidad de estados y naciones europeas, con un núcleo anglosajón que nació de los primeros emigrantes llegados de Inglaterra. Con el paso de las décadas se fueron añadiendo aportes de otros lugares, sobresaliendo por número e importancia las comunidades judías, irlandesas e italianas. Pero prácticamente todas las culturas europeas dejaron su poso de un modo u otro en tierras norteamericanas.
Otra columna básica del sistema cultural norteamericano es la de la población de origen africano, hoy tercer grupo étnico del país. También el influjo iberoamericano, especialmente el mexicano, es un ingrediente primordial en la idiosincracia norteamericana. Grupos asiáticos y árabes componen hoy una nueva e importante influencia en una cultura que por origen y tradición siempre está abierta a nutrirse con nuevos elementos. Se podría decir que Estados Unidos es un conjunto de diversas tradiciones, rurales y urbanas, cuyos continuos contactos interculturales dieron como resultado nuevas y originales formas de expresión en todas las disciplinas. La predominancia norteamericana en la red sociocultural actual viene de su carácter de exportadora e importadora de cultura.
Individualismo y clase media
Es cierto que, en gran medida, la cultura estadounidense está construida por la llamada clase media. Ese tan autopublicitado sueño americano es la base de una cultura caracterizada por su mezcla de individualismos. Pese a que las condiciones sociales nunca se llegaron a adaptar del todo a la máxima de «puedes llegar a ser cualquier cosa si te esfuerzas», la clase media trabajadora de los Estados Unidos consiguió crear un entramado de fuerzas individuales que puso las bases de la hoy llamada sociedad del bienestar. No en vano la Constitución americana, nacida directamente de la Ilustración, recogía entre los derechos de los ciudadanos «la búsqueda de la felicidad». Ávida de unas manifestaciones culturales propias, esta clase media abierta a intercambios entre las diferentes tradiciones fue creando de forma natural, sin forzarla, la llamada cultura popular, que tanta influencia tiene en el resto del planeta.
Bajo este clima social, la cultura estadounidense se ramifica en diversas clases sociales estructuradas por el idioma o tradición, el nivel económico y los valores, pero todas parten de un único y sólido tronco, que a su vez surge de variadas raíces.
“Alta cultura”
La literatura de los inicios de la nación, se caracteriza, como en el resto de las artes, por su fuerte influjo europeo, y como ocurre con estas, es a mediados del siglo XIX cuando se empieza a tomar conciencia de la única y particular cultura propia. Edgar Allan Poe, Mark Twain o Walt Whitman son extraordinarios ejemplos de esta nueva literatura, que como todo buen arte, intenta comprender lo universal partiendo de lo local. Géneros como la novela negra o del oeste se pueden considerar tendencias genuinamente norteamericanas, que no podrían haber nacido en ninguna otra parte. Hemingway es considerado uno de los más influyentes escritores de la literatura universal, y es, junto a otros diez, uno de los ciudadanos estadounidenses ganadores del Premio Nobel en esta disciplina.
Por supuesto, como en las otras artes, sobre todo después de 1945, también abundan los renovadores e iconoclastas. Ahí están la Generación Beat o los posmodernistas. Filosóficamente, el primer movimiento genuino e importante fue el trascendentalismo de Thoreau, al que siguieron el pragmatismo e importantes escuelas de filosofía analítica, social y política. Nombres como el de Noam Chomsky o Robert Nozick demuestran la importancia del pensamiento norteamericano en la filosofía mundial.
Cultura popular
Quizás más importante e influyente, la cultura popular norteamericana se basó siempre en la libre importación y exportación de sus elementos. Esta contagiosa expansión global se apoyó con entusiasmo en los avances técnicos, como el cine, la televisión y la música grabada.
La poderosa influencia cultural del cine norteamericano es evidente. La hegemonía de Hollywood sobre las otras cinematografías del mundo es apreciable y explicable por su carácter industrial e incluso aristocrático. Mientras que en la vieja y tradicional Europa abundan las sagas familiares de monarcas, lo más parecido a una realeza estadounidense se encuentra en Hollywood, donde, desde sus inicios, se intentó conscientemente manufacturar estrellas e iconos culturales con la capacidad de llegar a todos los rincones del mundo. Esta inteligente colonización cultural no tiene semejanzas en ninguna otra nación del planeta.
La televisión es otro medio cultural hegemónico. Desde hace décadas, un 99% de las familias estadounidenses posee uno o más aparatos en sus hogares, y se podría decir es el equivalente cultural al fuego en las culturas prehistóricas. La masiva influencia de la publicidad, base de la industria televisiva, se puede rastrear en el resto de disciplinas artísticas.
La importancia de la música de Estados Unidos en el actual panorama mundial es más que evidente. Más que en ninguna otra disciplina, en la música se aprecian la naturalidad con la que se fusionan las diferentes sensibilidades culturales del crisol de razas y tradiciones, destacando sobre todas ellas la cultura afroamericana. De un primitivo blues con orígenes rítmicos africanos, se pasó al jazz, que mezclado con el country y el folk blanco dio como resultado el rock and roll, que es la sublimación de todos los preceptos de la cultura popular de masas: mezcolanza de orígenes, despreocupación formal y espíritu aperturista. Todo ello, espoleado por la aceptación popular y por un impulso de progreso basado a partes iguales en la amplitud de miras creativa y en el crecimiento económico, provocó nuevas mezclas y remezclas que dieron nuevos estilos durante el siglo XX, todos con raíces genuinamente americanas y todos entendibles y asimilables por el resto de sensibilidades del mundo.
Moda y gastronomía
Desde esta perspectiva industrial y colonizadora, las diferentes disciplinas fueron adquiriendo también el liderazgo mundial.
La moda estadounidense, predominantemente ecléctica e informal, como los jeans, es utilizada en todas las partes del mundo por individuos de todas las edades y creencias. Muchas importantes empresas textiles mundiales tienen su origen en tierras americanas, y fueron poco a poco acaparando el mercado global.
La gastronomía actúa de forma similar. Las archiconocidas hamburguesas y hot dogs son otra de las exitosas exportaciones de los Estados Unidos. Nacidas como mezcla de diferentes gastronomías, son ahora un producto nacional genuino consumido masivamente por todas las culturas de la Tierra. Platos como la pizza, con orígenes ajenos a Norteamérica, no serían hoy tan conocidos y aceptados si no fuera por su previo paso por el filtro de la cultura popular de los Estados Unidos.