Fue hace unos 150 años. En 1868 veía la luz la primera salsa Tabasco. Este condimento hoy tan universal era fabricado en laboratorio por un tal Edmund McIlhenny, que fue antepasado del actual propietario, y cuyo nombre aparece aún hoy en el famosísimo rombo que decora los botes. Por supuesto, el sitio de origen de tan legendaria salsa no podía ser otro que el estado más gastronómico de los Estados Unidos: Louisiana, con la capital gastronómica del país, Nueva Orleans.
La familia McIlhenny emigró de Escocia al sur de los Estados Unidos la isla de Avery (Louisiana) y plantaron semillas de guindilla en su huerta. Los suelos de la isla de Avery eran propicios al cultivo debido a su elevado grado de humedad, tan propia de la zona. De hecho el controvertido origen de la palabra tabasco podría proceder del idioma náhuatl tlapalco («lugar de tierra mojada»). Lo que no se sabe y todavía permanece en secreto como marketing-leyenda es el origen de estas semillas.
La elaboración del producto es la siguiente: en la Isla de Avery, la guindilla es machacada y se guarda en barricas de roble blanco, añadiéndole sal y dejando fermentar durante tres o cuatro semanas. En el proceso se forma una costra bajo la cual se deja envejecer a la salsa durante tres largos años. Pasado ese tiempo se le añade vinagre y se deja reposar otra vez durante 28 días. Una vez hecho esto, se prensa, se filtra y se embotella.
El caso es que el célebre botellín se vende en 160 países y su etiqueta se imprime en 22 idiomas. Hoy es un elemento fundamental en muchas cocinas de todo el mundo, pero su origen es 100% de Estados Unidos…