Industrialización y colonialismo

La expansión del ferocarril supuso la consolidación del poderío económico de los Estados Unidos en el siglo XIX. En la imagen, encuentro de los dos tramos del ferocarril Transcontinental, que unió ambas costas.

Tras la Guerra Civil, los Estados Unidos vivieron un profundo cambio económico. Antes del conflicto se apreciaban tres zonas económicas claramente diferenciadas: El Norte que comenzaba su industrialización, el Sur esclavista dedicado casi exclusivamente al algodón y un Medio Oeste que proveía a todo el país de alimento. Con la victoria de la Unión y el país unificado, la industria del país crece masivamente y los Estados Unidos se convierten en las primeras décadas del siglo XX en una de las principales potencias económicas del mundo. La abundancia de tierra en los Estados Unidos siempre favoreció una poderosa agricultura que tras la guerra se organizó como el primer pilar de una economía en auge. Esta agricultura se caracterizó por su alta mecanización y una producción masiva. Acabado el conflicto, la superficie cultivada en el país se duplicó y funcionaban en ella unas 70.000 segadoras mecánicas y otros sofisticados artilugios.

El segundo factor del enorme auge de la economía en esos años fue la consolidación de un mercado interior. A diferencia de otras potencias industriales de la época, los Estados Unidos apenas recurrieron al comercio exterior, y se autoabastecieron a lo largo y ancho de su inmenso territorio, beneficiándose del cada vez más importante complejo ferroviario. Con un enorme territorio, desde la California que aún vivía la fiebre del oro, atrayendo toda suerte de inmigrantes, hasta las primeras trece colonias del país, los Estados Unidos se convirtieron en un territorio uniforme, cohesionado y muy bien comunicado, afectando de forma positiva tanto en lo económico como en lo político-social. Sobre 1870 nacen las primeras grandes corporaciones en los sectores estratégicos mundiales como el hierro, el acero o el petróleo, que junto a una cada vez más poderosa banca, acabarían por hacerse con el control de la economía mundial.


Guerras en el exterior

La demostración definitiva de que Estados Unidos era una potencia internacional muy a tener en cuenta se produjo con la derrota española en Cuba en 1898, que desencadenó la pérdida progresiva de todas las colonias de la corona española en todo el mundo. Oficialmente Estados Unidos apoyaba la independencia por la que luchaban muchos cubanos, pero su entrada en el conflicto se debió a los intereses económicos norteamericanos en la isla. Mientras las otras potencias se centraban en el reparto de las colonias en África y Asia, Estados Unidos fijaron su expansión colonial en el Caribe, en aquellos años gobernado en su mayor parte por una decadente y debilitada metrópolis española a la que ya empezaban a plantar cara los movimientos independentistas que décadas atrás triunfaran en el continente.

Estados Unidos decidió entrar en este conflicto colonial al ser hundido el acorazado Maine en 1898, acontecimiento que tuvo un seguimiento masivo de la prensa sensacionalista, dominada por el magnate William Randolph Herst, con llamamientos a vengar este incidente. Muchos historiadores españoles ven con recelo estas causas para entrar en el conflicto y es común la creencia de que fueron los propios Estados Unidos los causantes del hundimiento del acorazado, para comenzar su dominio de todo el Caribe. En efecto, tras la guerra, Estados Unidos se aseguró su influencia, no sólo en Cuba, sino tambien en Puerto Rico, e incluso Guam y Filipinas. La guerra contra Filipinas, también colonia española, nació de una clara invasión de su territorio al afirmar el presidente McKinley que “los filipinos son incapaces de autogobernarse”. Las hostilidades duraron hasta bien entrado en siglo XX, y sus consecuencias fueron la victoria de los Estados Unidos frente a unas islas que buscaron su independencia tras el dominio español. Durante la contienda fallecieron más de 20.000 militares filipinos en una guerra de guerrillas en la que están abundantemente documentadas toda suerte atrocidades por parte de los norteamericanos. Pruebas irrefutables de quema de aldeas, tortura y violaciones hacen que se hable de un genocidio filipino. Hasta 1946, tras la Segunda Guerra Mundial, Filipinas fue colonia estadounidense.


Guerras en el interior

Hasta finales del siglo XIX, el gobierno de Estados Unidos siguió arrebatando las tierras a los indígenas. Los últimos enfrentamientos fueron con los indios Lakota, y hoy se conoce la victoria sobre ellos como la Masacre de Wounded Knee. En 1890, 500 efectivos del Séptimo de Caballería rodearon el último reducto Lakota, con la idea de deportar a los nativos hacia Omaha y Nebraska. Pese a la superioridad del ejército estatal, los nativos, liderados por el jefe Big Foot, se defendieron hasta una inevitable derrota final. Veinticinco soldados murieron frente a ciento treinta y cinco nativos lakota, entre los que se contaban mujeres y niños desarmados.

La Masacre de Wounded Knee supuso el capítulo final en las sucesivas Guerras Indias que durante el siglo XIX llevaron a los Estados Unidos a ocupar todo el territorio en detrimento de los nativos.

Paralelamente, los Estados Unidos seguían expandiéndose. En 1867, Rusia vendió al gobierno norteamericano el territorio de Alaska, que con el tiempo pasaría a convertirse en el estado más grande de la unión. En 1893 fue derrocada la monarquía de Hawaii, hasta entonces reino independiente con una constitución propia, que es anexionado por los Estados Unidos en 1898. En las islas vivían ciudadanos norteamericanos que comenzaron una guerra sucia debilitando las instituciones políticas y finalmente, al iniciarse sus objetivos de pequeñas revueltas y desestabilizar el gobierno, realizaron un auténtico golpe de estado sobre la dinastía Kalākaua para hacerse con el control del archipiélago.


El Apartheid de Jim Crow, con un siglo de vigencia
En 1876 se promulgaron las primeras leyes estatales de segregación racial, conocidas como Leyes Jim Crow (en referencia a una denominación insultante para los negros). Estas medidas legales afectaron a la economía, la educación y la sociedad, enquistando esta injusticia durante casi un siglo. Pese a la victoria de la Unión y la emancipación de todos los esclavos, dotándolo de derechos civiles, la presión política en el Sur, mayoritariamente del Partido Demócrata, apoyada por numerosos grupos paramilitares que intimidaban a la población negra, desató una inestabilidad social que derivó en leyes que defendían una segregación entre razas. Poco a poco, en los estados antiguamente confederados, se aplicaron leyes que anulaban el derecho a voto de la mayor parte de los negros analfabetos. Las escuelas públicas se separaron por razas, al igual que los transportes, los hoteles, los teatros, e incluso edificios institucionales como los palacios de justicia. Incluso en las calles se instalaron fuentes separadas para blancos y negros. Los trabajos, los partidos políticos y los sindicatos también se sumaron a esta segregación y poco a poco se instaura una sociedad neo-esclavista en la que los blancos acapararon todo el poder. Estas leyes influyeron notablemente a los nazis para la creación de sus Leyes de Nuremberg de 1935, que derivarían en el genocidio del Holocausto.

Esta situación duró décadas, en las que poco a poco la población liberal fue luchando, en muchos casos mediante la desobediencia civil, por dotar de los derechos negados a la población negra. En 1955, una mujer negra de Alabama llamada Rosa Parks se negó a ceder su sitio en el autobús a un hombre blanco. Su arresto por desorden público fue el desencadenante de una serie de boicots que auguraron el principio del fin de las inviables leyes del sistema Jim Crow. Líderes como Martin Luther King Jr. iniciaron un sólido movimiento de derechos civiles que culminó en 1964, cuando el Presidente Lyndon B. Johnson aprovó una Ley de Derechos Civiles que prohibió toda discriminación en locales públicos, instituciones, trabajos y escuelas. En 1965, la Ley de Derecho a Voto acabó definitivamente con una segregación racial que fue vergonzosamente mimada por el Estado desde el fin de la Guerra Civil. Pese a todo, la tensión racial continuó. Martin Luther King fue asesinado en 1968, al igual que muchos otros líderes negros, y los años 70 fueron convulsos en lo social. Pese al amparo de las nuevas leyes, la población negra siguió teniendo peores trabajos y una peor educación, continuando una velada segregación social que todavía continúa hoy en día extraoficialmente.