Los fuegos del Cuatro de Julio

Los fuegos artificiales son el colofón de un Cuatro de Julio de diversión comunal en cualquier población de América.

Ayer se celebró a lo largo de los Estados Unidos el Día de la Independencia, una de las fechas más señaladas en el imaginario festivo norteamericano. El Cuatro de Julio se celebra en todo el país con alegría y jolgorio, con gran profusión de fuegos artificiales y reuniones familiares y vecinales para preparar grandes barbacoas y fiestas al aire libre.

Es un día festivo que marca más que ningún otro el punto álgido del verano, y gran parte de la sociedad americana participa en las celebraciones populares.

El uso de los fuegos artificiales no es, pese a lo que pudiera parecer, cosa de hace poco. Ya en su momento, un día antes de la Declaración de Independencia, uno de sus firmantes y futuro presidente de la Unión, John Adams (por cierto, muerto un 4 de julio de 1826) puso en tinta sus deseos de que «este sea el más memorable de la historia de América. Me inclino a creer que será celebrado por las generaciones venideras como un gran festival, solemnizado con pompa y festejado con hogueras y luminarias...».

En 1777, el primer Cuatro de Julio ya incluyó todos los ingredientes que Adams veía idóneos para tan patriótica fecha, y desde entonces, la fiesta no ha hecho más que crecer y consolidarse, siempre con la ayuda de unos cuantos kilos de pólvora.

Hoy, ciudades y pueblos de toda América volvieron a reunir a sus ciudadanos, que tal vez por unas pocas horas olvidaron sus diferencias y sus miedos para reconocerse como iguales. Cualquier fiesta que consiga esto vale su peso en cohetes luminosos.