Revolución y Guerra de Independencia

George Washington fue el principal artífice de la independencia de los Estados Unidos. El retrato es de Gilbert Stuart Williamstown.

Entre 1775 y 1783 tiene lugar la llamada Guerra de Independencia de los Estados Unidos, en la que las trece colonias británicas del continente se declaran independientes y se unen contra el Imperio hasta derrotarlo definitivamente en la Batalla de Yorktown. El líder de la revolución americana fue George Washington, un aristócrata ex militar del ejército británico, que tras la guerra se convertiría en el primer presidente de la incipiente nación. En la guerra llegarían a participar otras naciones beligerantes, como Francia, Holanda o España, que tenían intereses contra Gran Bretaña, y el conflicto se llegó a extender por el Mar Caribe. Incluso hubo movimientos bélicos en el Mar Mediterráneo, donde barcos españoles, por motivos tácticos, se enfrentaron a tropas inglesas para evitar que se sumaran a las que combatían en las colonias.


Antecedentes

Tras la derrota francesa en el conflicto norteamericano de 1763, se inicia la época revolucionaria. Descontentas con las excesivas e impopulares políticas fiscales impuestas por el Imperio, las Trece Colonias, que carecían de representación en el Parlamento británico, empiezan a crear los llamados Comités de Correspondencia, órganos representativos que auguran los inminentes Congresos Provinciales. En 1774, estos congresos culminan con la creación de un único Congreso Continental. El descontento llegó a la máxima tensión cuando en 1773 se producen las primeras escaladas de violencia en el llamado Motín del Té, en Boston. Los colonos insurrectos comienzan el boicot comercial con la metrópolis, que deriva inevitablemente en la guerra, que estalla de manera oficial en 1775.


Guerra de Independencia

Los colonos se organizan en milicias civiles y toman la ciudad de Concord y Lexington contra los soldados británicos, popularmente llamados casacas rojas. Poco después se empieza a construir un ejército de voluntarios, liderados por catorce generales bajo el mando del terrateniente virginiano George Washington, un veterano de la guerra contra Francia con gran experiencia en incursiones contra los indígenas. En todas las colonias empiezan a surgir voluntarios, hartos del yugo británico. Muchos de ellos eran simples agricultores o cazadores sin experiencia militar, y se calcula que una quinta parte eran esclavos negros. Debido a la falta de preparación militar fueron habituales las derrotas al inicio de la contienda, ya que Inglaterra era la principal potencia militar del mundo en aquella época.


Declaración de Independencia

Pese a las primera derrotas militares, el 4 julio de 1776 se reúnen 56 congresistas para declarar oficialmente la independencia de las colonias. Se imprime un papel moneda propio y se inician relaciones diplomáticas con las principales potencias internacionales. Dicha declaración de independencia promulga ideas ilustradas que dotan de derechos inalienables al pueblo, intensificando la unidad de los colonos frente a las tropas del monarca inglés, Jorge III. En ese momento Inglaterra se dio cuenta de que no se enfrentaba a una simple rebelión colonial, sino que ya estaba envuelta en un conflicto internacional.

El Imperio abandona Boston y establece su base en New York, con una población más leal a la corona y un puerto más amplio y eficaz desde un punto de vista estratégico. Pese a su superioridad militar, fortalecida incluso por 30.000 mercenarios alemanes, los ingleses comienzan a preocuparse por la determinación con la que la nueva nación estaba luchando en los frentes de combate.

La batalla de Saratoga, en 1777, fue la primera victoria destacada de los rebeldes coloniales, y supuso un punto de inflexión en la guerra (Foto: MalNino, flickr)


La Batalla de Saratoga

En 1777 se produce la primera gran victoria de los independentistas, de gran importancia propagandística. La tropas británicas que se dirigían a Albany son emboscadas en Freeman, cerca del Río Hudson, por colonos guerrilleros dirigidos por Benedict Arnold. Estos consiguieron derrotar por primera vez a los muy superiores efectivos británicos, pese a que estos colonos eran muchos menos que los efectivos ingleses, no profesionales, con escasa experencia militar y una tecnología obsoleta (las crónicas de la época los describen vestidos con pieles y agazapados en los trigales). Las tropas revolucionarias consiguen con el efecto sorpresa de sus escaramuzas derrotar a los casacas rojas, a los que nada sirvió el apoyo de los mercenarios alemanes y de grupos de indígenas, que apoyaban a los británicos al ser sus tierras expoliadas por los colonos.

La noticia de la victoria se expande como la pólvora por las colonias, y supone el punto de inflexión que necesitaban los colonos para ganar la guerra. La moral sube en las tropas que luchan a lo largo y ancho del territorio norteamericano, y que empiezan a creer que realmente se podía ganar la guerra.


Alianzas extranjeras

En 1778 se produce otro hecho vital para que la balanza se pusiera a favor de los independentistas: la ayuda de Francia, que finalmente decide apoyar a las fuerzas coloniales. La tradicional experiencia militar que aportaron los franceses fue de importancia capital para el posterior desarrollo de la guerra. Un año después, la Corona española, que ya llevaba tiempo apoyando a los colonos con dinero, armas y municiones, decidió entrar en el conflicto oficialmente, ya que pretendía expulsar a los ingleses del Golfo de México y acabar con sus asentamientos en América Central.

Este apoyo internacional sirvió de gran ayuda para los intereses de los colonos, no solo en las batallas en territorio estadounidense, sino incluso en el Atlántico y el Mediterráneo, donde en puntos como Gibraltar, las tropas inglesas destinadas a las colonias eran interceptadas por barcos españoles y franceses. Más tarde, Holanda se unirá a la coalición formada por España y Francia, con ambiciones de una mayor hegemonía comercial frente a un más debilitado Imperio Británico.


Derrota inglesa

La guerra se va desarrollando de forma contraria a como empezó. Las tropas británicas fueron sufriendo más y más derrotas hasta que finalmente, 8.000 soldados comandados por Charles Cornwallis son rodeados en Virginia, su último reducto, por 16.000 efectivos de la coalición. El llamado sitio de Yorktown obliga a la rendición de Cornwallis, y el gobierno británico propone la paz, muy debilitado en gran medida por los sitios que sufrían Gibraltar y Menorca en esos momentos.

En 1783 se firma el Tratado de Versalles, que pone fin a la contienda. En dicho tratado Inglaterra reconoce la independencia de los Estados Unidos de América y cede todos sus territorios, incluida la explotación pesquera de Terranova. Se fija la frontera con Canadá, que aún pertenecía al Imperio, en el paralelo 32º. España se queda con Menorca y la Florida, aunque no Gibraltar, ya que los ingleses no estaban dispuestos a ceder la llave del Mediterráneo. Francia recupera las Antillas, y Holanda recibe Sumatra y el derecho a navegar libremente por el Índico.


Consecuencias

Además de los inmediatos cambios políticos en el nuevo panorama internacional, la victoria estadounidense traería como consecuencia un futuro contagio a lo largo y ancho del mundo de numerosas colonias. Pese a que España salió beneficiada del conflicto, a la larga la independencia americana acarrearía la pérdida paulatina de sus colonias en Sudamérica, inspiradas por la revolución estadounidense.

Una vez independientes, los Estados Unidos redactan una constitución en 1787, inspirada en la igualdad y libertad que defendían los ilustrados franceses, y se crea un gobierno federal, con un presidente de la república y dos cámaras legislativas. Con la Carta Magna, que recogía los principios del liberalismo político republicano, nace la primera democracia del mundo.